martes, 15 de noviembre de 2011

Bajo la lluvia



Llegan los días grises, de lluvia, en los que cuando sales de casa y miras al cielo no sabes si lloverá o no pero lo mejor es que salgas con el paraguas bajo el brazo para no volver a casa con el pelo chorreando y la ropa empapada.

En los últimos años los paraguas han sufrido una revolución, se han apuntado a la moda del minimalismo y ya podemos encontrar algunos, que plegados, tienen el tamaño de una funda de gafas. Pero en cuestiones de lluvia, parece que no todo es comodidad y que menos no siempre es más.

Hace unos años, cuando viaje a Amsterdam, ciudad en la que llueve todos los días por lo menos diez minutos, descubrí unos preciosos paraguas que desde luego, nada tenían que ver con el minitamaño al que nos tienen acostumbrados en España. Eran grandes y lo que más me gustó, ¡transparentes! De pequeña tuve uno así, me encantaba, de hecho creo que alguna vez volé y todo con él, jeje (no pesaba nada y me llevó el viento). Como los que me conocéis estais imaginando, no pude evitar traerme uno, me hubiese comprado uno de cada color, pero el tema aeropuerto con su facturación y demás complica la existencia de todas las personas a la hora de querer transportar cosas.

Me encantan los paraguas grandes y fuertes, creo que en España nos hemos empeñado en el minimalismo para este tipo de acesorio tan sofisticado. Si sales de nuestras fronteras, la gente cuenta con ellos como una prenda más (también es cierto que los plegables se rompen en cualquier ciudad europea), dicho esto, seamos un poquito más europeos para esto, y salgamos a la calle paraguas en mano y no dentro del bolso como si fuesen algo para esconder.

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