Os saludo desde el Aeropuerto de Vigo, mi viaje por tierras gallegas llega a su fin. La semana que viene regreso, pero a Coruña, ya tengo ganas. Hoy atravieso España, de norte a sur, esta noche dormiré en Malaga.
Estoy en la sala de espera, observando como siempre, es algo que me gusta y creo que es bueno, de todo lo que se ve se aprende.
Cerca de 30 personas esperamos volver a Madrid, se nota que todos vamos por motivos laborales, los trajes, Ipads, ordenadores y demás nos delatan. En estos viajes se respira tranquilidad, paz, calma y por supuesto reflexión. Los que viajamos mucho solos sabemos lo que es esto. Adoro los ratos de soledad, son solo míos, aun que gracias a las tecnologías casi no percibes esa sensación, estamos en permanente contacto con la oficina, familia y amigos.
Yo soy un poco antoñita la fantástica y de vez en cuando me pongo a pensar en como será la vida de todas estas personas que me rodean. Esta el típico señor mayor, al que los viajes de trabajo empiezan a agotarle, tiene ganas de llegar a casa, ponerse cómodo y descansar, los años empiezan a notarse. Su mujer le esperara con una sonrisa, probablemente pasaran la tarde en casa, cada uno en un sillón, viendo llover y hablando de sus cosas, sus hijos, sus nietos... Luego están los mas jóvenes, imagino que serán padres de familia y que en casa estarán sus hijos, esperándoles con cara de ilusión, como yo esperaba al mío cuando era pequeña, dispuestos a correr por el pasillo hasta la puerta cuando escuchan como entra la llave en la cerradura. Y luego estamos el resto, a los que nadie nos espera a la llegada al aeropuerto, ni en casa, somos bien recibidos en la oficina con cosas pendientes, pero en casa no hay nadie, no te esperan flores de bienvenida, ni una sonrisa de oreja a oreja de nadie al verte, pero nos esperamos nosotros, con nuestras ilusiones, nuestros proyectos y nuestras ganas de vivir, sabiendo que el día menos pensado pasaremos a formar parte de los que son esperados para luego ser nosotros los que esperemos.
Me gusta soñar y vivir estos ratos de reflexión y soledad, me hacen crecer.
Estoy en la sala de espera, observando como siempre, es algo que me gusta y creo que es bueno, de todo lo que se ve se aprende.
Cerca de 30 personas esperamos volver a Madrid, se nota que todos vamos por motivos laborales, los trajes, Ipads, ordenadores y demás nos delatan. En estos viajes se respira tranquilidad, paz, calma y por supuesto reflexión. Los que viajamos mucho solos sabemos lo que es esto. Adoro los ratos de soledad, son solo míos, aun que gracias a las tecnologías casi no percibes esa sensación, estamos en permanente contacto con la oficina, familia y amigos.
Yo soy un poco antoñita la fantástica y de vez en cuando me pongo a pensar en como será la vida de todas estas personas que me rodean. Esta el típico señor mayor, al que los viajes de trabajo empiezan a agotarle, tiene ganas de llegar a casa, ponerse cómodo y descansar, los años empiezan a notarse. Su mujer le esperara con una sonrisa, probablemente pasaran la tarde en casa, cada uno en un sillón, viendo llover y hablando de sus cosas, sus hijos, sus nietos... Luego están los mas jóvenes, imagino que serán padres de familia y que en casa estarán sus hijos, esperándoles con cara de ilusión, como yo esperaba al mío cuando era pequeña, dispuestos a correr por el pasillo hasta la puerta cuando escuchan como entra la llave en la cerradura. Y luego estamos el resto, a los que nadie nos espera a la llegada al aeropuerto, ni en casa, somos bien recibidos en la oficina con cosas pendientes, pero en casa no hay nadie, no te esperan flores de bienvenida, ni una sonrisa de oreja a oreja de nadie al verte, pero nos esperamos nosotros, con nuestras ilusiones, nuestros proyectos y nuestras ganas de vivir, sabiendo que el día menos pensado pasaremos a formar parte de los que son esperados para luego ser nosotros los que esperemos.
Me gusta soñar y vivir estos ratos de reflexión y soledad, me hacen crecer.
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